“Oremos para que este Jubileo nos fortalezca en la fe, nos ayude a reconocer a Cristo resucitado en medio de nuestras vidas, y nos transforme en peregrinos de la esperanza cristiana”, es la intención que presenta el Santo Padre Francisco para este mes de diciembre.
“La esperanza cristiana es un regalo de Dios que llena de alegría nuestra vida”, dice el Papa en el vídeo que acompaña la intención. “Y hoy, la necesitamos tanto. ¡El mundo la necesita tanto! Cuando no sabes si mañana vas a poder dar de comer a tus hijos, o si lo que estás estudiando te permitirá tener un trabajo digno, es fácil caer en el desánimo.
¿Dónde buscar la esperanza? La esperanza es un ancla. Un ancla que vos la tirás con la cuerda y arraiga en la playa. Y nosotros tenemos que estar aferrados a la cuerda de la esperanza. Bien agarraditos.
Ayudémonos unos a otros a descubrir este encuentro con Cristo que nos da la vida y pongámonos en camino como peregrinos de la esperanza para celebrar la vida y dentro de la vida entra también el próximo Jubileo como una etapa.
Llenemos nuestro día a día con el don que Dios nos da de la esperanza y permitamos que a través de nosotros llegue a todos cuantos la buscan. No se olviden: la esperanza no defrauda nunca.
Oremos para que el próximo Jubileo nos fortalezca en la fe, nos ayude a reconocer a Cristo resucitado en medio de nuestras vidas, y nos transforme en peregrinos de la esperanza cristiana”.
En la bula del Jubileo el Papa ya recordaba la imagen de la esperanza como un ancla: “Las tempestades nunca podrán prevalecer, porque estamos anclados en la esperanza de la gracia, que nos hace capaces de vivir en Cristo superando el pecado, el miedo y la muerte. Esta esperanza, mucho más grande que las satisfacciones de cada día y que las mejoras de las condiciones de vida, nos transporta más allá de las pruebas y nos exhorta a caminar sin perder de vista la grandeza de la meta a la que hemos sido llamados, el cielo. El próximo Jubileo, por tanto, será un Año Santo caracterizado por la esperanza que no declina, la esperanza en Dios. Que nos ayude también a recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación. Que el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva, donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos, orientados hacia el cumplimiento de la promesa del Señor”.