martes, 24 de marzo de 2015

JÓVENES MISIONEROS

Blanca Serres y David Guillen son dos jóvenes de Tarragona que participaron en otros Encuentros Misioneros de Jóvenes y ahora están como misioneros laicos en Honduras.

                            
Desde la misión de Honduras nos han hecho llegar este testimonio para compartir con todos los jóvenes participantes en el Encuentro Misionero de Jóvenes 2015.

Hace 3 años, David y yo, tuvimos nuestra primera experiencia de misión. Volamos junto a nuestros compañeros Oscar y Adelaida rumbo a Honduras. Ni nosotros mismos conocíamos mucho sobre el lugar, pero teníamos gran ilusión por conocer de cerca el trabajo que los misioneros realizan allá. Gracias a la Delegación de Jóvenes de Tarragona, nos encontramos cara a cara con esta oportunidad de vivir la Misión.
Tanto David como yo misma, lo encontrabamos una opción remota. Nunca nos habíamos planteado llevar a cabo algo así. Pensábamos que quizás había gente más preparada que nosotros para hacerlo, o que debían aprovecharlo personas que realmente tuvieran claro el proyecto. Yo pensaba que no podía, ni debía, encontrar en otro sitio aquello que podía encontrar en mi entorno. ¿Por qué girar la vista, y levantarla hacia otras realidades cuando en mí día a día ya me encontraba con muchas penas, injusticias y desgracias?
Pero a veces, las cosas suceden y se nos presentan ante nuestros ojos por algo. Así que decidimos arriesgarnos y probar que experiencias nos regalaría este proyecto en la misión hondureña. No hace falta que os explique cómo fue. Porque tres años después hemos decidido volver, y quedarnos un año.

Algo paso allí, pero algo paso también en España, en esos tres años para que tomáramos la decisión. Para nosotros la Misión ha significado ser capaces de sentirnos responsables de todo el mundo. Sé que parece una responsabilidad inabarcable pero ¡nadie dijo que fuera fácil ser cristiano!!.

En Honduras nos encontrarnos frente a una realidad tan impactante y extraordinaria que nos abrió los ojos y el corazón al sufrimiento en el mundo. Nosotros descubrimos tras esta experiencia, que nuestra actitud frente a la vida pasa por intentar identificarnos con el prójimo y con su dolor, sentirnos hermanos en un sentido más amplio y entender que Dios nos legó este mundo para protegerlo, respetarlo y amarlo en su totalidad. Por eso creemos que es necesario que el hombre se sienta en sintonía con cada rincón del mundo, con cada ser humano que es ultrajado o violentado, con el vulnerable, con el que está solo, con el que no ha descubierto que para Dios es hijo predilecto.